Cromañon, de la reponsabilidad penal a la social

La revisión de los fallos por la tragedia de Cromañón ha puesto las responsabilidades criminales en un punto prudente y alejado de la presión y la expectativa social, tanto al cambiar la figura de estrago doloso a culposo para el empresario Omar Chabán- quien había recibido en 2009 una pena superior a la que se aplicó al general genocida Roberto Viola (17 años) en 1985 -, como al condenar a los miembros del grupo musical Callejeros.

A punto de establecerse definitivamente las responsabilidades penales es hora – ya lo era antes, pero ahora se torna imperativo – de investigar las responsabilidades sociales y culturales, las estructuras, modelos y conductas difusas que, vigentes, actúan como factores y aceleradores de probables nuevas tragedias.

Las preguntas que aún deben responderse son:

¿Por qué queda abolida en cientos de jóvenes la percepción de peligro, al punto de ingresar a un local triplicando su capacidad y sin que su instinto de conservación les avise con algún síntoma?

¿Por qué en las semanas siguientes a Cromañón se hicieron centenares de fiestas privadas en casas y petit hoteles – en las fiestas privadas no hay regulación y están fuera del alcance de los poderes públicos -, donde se apretujaban 200 personas en 100 metros cuadrados y se encendían bengalas en los patios y balcones? ¿Por qué, una vez que se reabrieron los boliches, esas fiestas privadas suicidas menguaron pero no desaparecieron, hasta hoy?

¿Por qué hubo chicas y muchachos que llevaron a Cromañón sus bebés y niños para depositarlos en los baños improvisados como guardería?

¿Por qué los espectadores que no ingresaron y estaban en los alrededores recibieron a cascotazos a los policías que acudieron por el incendio?

¿Por qué sabotearon los servicios del SAME cambiando las banderas del triage – los colores que identifican por gravedad y prioridad a los heridos -, provocando así que fueran cargadas en las ambulancias víctimas muertas y que se dejara morir en la calle a víctimas con oportunidad de sobrevida?

¿Por qué alguna prensa underground trataba a los Callejeros y a la basura que cantaban como adalides de un nuevo y subversivo rock? ¿Por qué esa misma prensa trataba a estos “patricios” como abanderados de los humillados y recién a dos años de la tragedia empezaron a “descubrir” que eran sólo unos niños bien patoteros que hacían demagogia con la “negrada”? Este descubrimiento llevó a que los empezaran a llamar “Cashejeros”- con acento de clase alta tilinga - como si antes hubieran sido otra cosa.

¿Por qué cientos de “fans” celebraron su absolución en primera instancia sin advertir la traición de sus ídolos?

¿Por qué parte de los artistas e intelectuales porteños trataron a Chabán como una víctima, cuando era muy conocido que siempre fue avaro y miserable, y confesaba que si invertía en las debidas precauciones de seguridad no le cerraban los números?

¿Por qué siguieron sosteniendo si inocencia después que se probó el soborno a la Comisaría?

¿Por qué, en el otro extremo, otros intelectuales y políticos demonizaron a Chaban hasta hacerlo aparecer como un monstruo incendiario y genocida que deliberadamente provocó el incendio y las muertes? ¿Hasta que punto esta presión social influyó para que el Tribunal Oral condenara a Chaban por “estrago doloso” –como si a prepósito hubiese desatado el incendio para, por ejemplo, cobrar un seguro – y no por su gravísima negligencia? ¿Qué lógica imperó para que un mismo fallo presentara tanta desproporción entre la pena agravada para uno de los responsables y la absolución de los otros, acaso una suerte de “empate compensatorio” más acorde con la demanda social que con el principio de justicia?

¿Por qué las fuerzas políticas a izquierda y derecha coincidieron en convertir el desproporcionado juicio político a Aníbal Ibarra en una carnicería escénica, cuando nunca antes siquiera se insinuó en la Argentina el juicio político a gobernadores por casos extremos como motines sangrientos en cárceles o desastrosas inundaciones debidas a negligencia grave?

¿Por qué los familiares de las víctimas reclaman para sí, además de sus justos derechos, insólitos privilegios morales y jurídicos sin que nadie se atreva a someterlos a la sana crítica? ¿Por qué doscientas familias se consideran con derecho a mantener cerrada una calle de circulación principal hacia el centro en uno de los nudos de tránsito más calientes de Buenos Aires? ¿Alguien se ha dado cuenta de que si las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo hicieran algo proporcional prácticamente media ciudad quedaría convertida en un cenotafio?

¿Por qué no se ha traído al análisis de causas y factores la conducta de las víctimas, como se haría en el caso de que un automovilista cruce un paso a nivel con barreras bajas y alarma encendida y resulte atropellado por el tren?

¿Por qué la sociedad no sólo no ha aprendido nada de Cromañón – las aglomeraciones cuasi suicidas siguen ocurriendo en boliches y en estadios, los violentos barrabravas siguen siendo glorificados, la pirotecnia peligrosa sigue usándose sin control, el alcohol sigue repartiéndose a manos llenas y consumiéndose sin medida, - sino que prefiere la confrontación rabiosa y la demonización recíproca antes que la verdad?

1 comentario:

Rosarina dijo...

Excelente planteo! Pero los medios están ocupados en derrocar a un gobierno democrático (malo o bueno, esa no es la cuestión) el asunto es vender, dividir la sociedad les da réditos y la educación, que hubiera salvado a las víctimas de Cromañón, sigue ausente sin aviso.