Usted está trabajando y tiene que interrumpir el proceso, o reiniciarlo, porque sorpresivamente
se topó con un burro.
O está tratando de reflexionar, de ordenar ideas, de ejercitar una mirada nueva sobre asuntos que se presentan cada vez más complejos.
Pero no puede avanzar, porque ahí está de nuevo el burro, torpe, obcecado, soberbio en su necedad, obstruyendo el curso de su imaginación.
O Usted está solamente recordando. Descansando. Disfrutando de una canción o de un verso perdido. O enamorándose, seduciendo. O jugando. Consiguió por unos minutos encontrarse en armonía con sus sentidos y su espíritu.
Y el ruido de una burrada, hueco, horrísono, volvió a erizarlo.
Como dije, Usted no puede evitarlo. Pero la buena noticia es que puede estar advertido, alerta; lo cual, aun cuando no le evite toparse con el burro, morigera sus efectos.
Hurgando distraídamente entre los múltiples – y en su mayoría inútiles –recursos y archivos que traen las computadoras, me encontré con esta foto. Es una señal caminera que advierte, concisamente, “cruce de burros”.
Entonces la convertí en el papel tapiz o “wallpaper” del escritorio de mi PC. Ahora, cuando trabajo, estoy sobre aviso: en cualquier momento cruza el burro. Entonces me cuido; no dejo que me tome por sorpresa. Por eso le regalo esta foto. Para que ponga el cruce de burros frente a Usted y aprenda a precaverse.
Tal vez podamos formar una suerte de comunidad virtual, la de usuarios que tienen la señal caminera del burro en sus escritorios.
También, quizás, podríamos convertir la advertencia en un homenaje a los burros buenos. Los de cuatro patas. Los que cargaron sobre sus lomos el mineral extraído de la tierra, o la cosecha del minifundio, o las piezas de artillería de algún ejército de partisanos en lucha contra la ocupación. O los burros de Asturias, que se inmolaban marchando con dinamita encendida contra los ejércitos fascistas.
O los burros como Platero, inmortalizado por esa sublime prosa de Juan Ramón Jiménez con la que muchos aprendimos a gozar de la lectura. Tal vez podamos conjurar, por un tiempo al menos, la molesta presencia de los burros de dos patas, los que no nos dejan trabajar, ni pensar, ni soñar. Si usted tiene en su escritorio un paisaje desconocido, un fondo azul, una modelo en pelotas, a Einstein, o a Chaplin, o a Leonardo, en cualquiera de esos casos eligió bien, según sus gustos y convicciones.
Pero no deje de probar el “Donkey Crossing”; puede ser sumamente inspirador.
Que tenga suerte.
Eddie Abramovich
(foto:http://farm3.static.flickr.com/2076/1756652817_913e7b7e78_m.jpg)
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