Hoy quiero ser mujer por un día.
Estar en Darfur y saber qué se experimenta cuando mi cuerpo es botín de guerra de las tropas sudanesas.
Estar en Kosovo y saber qué se siente cuando un soldado de la ONU, bien pagado y alimentado, me exige mi cuerpo a cambio de una ración de comida para mis hijos.
Entrar a un juzgado como abogada y sentir la humillación de que un secretario me mire el culo en lugar de mirarme a los ojos.
Entrar con mi guardapolvo de médica a la cafetería de un hospital y verificar que mis colegas varones cuentan los chistes e historias más soeces cuando yo estoy presente.
Ser la hija púber de una puestera en el noroeste argentino y oír cómo el patrón le reclama a mi madre que me entregue a él esta noche. O una niña aborigen violada por chicos blancos absueltos por jueces blancos en un fallo de toda negrura.
Cumplir quince años y pedirles de regalo a mis padres unas tetas de silicona y ver cómo ellos me lo conceden sin tratar de persuadirme de lo contrario. Tratar de entender por qué todas mis amigas también parecen ser infelices, devaluadas y despreciadas mientras no consiguen sus nuevas tetas de silicona.
Cumplir alguna edad por encima de los 50 y enterarme de que mi esposo cuenta por ahí, entre risotadas, que soy una bruja gorda, y tratar de entender por qué nunca se ocupó de avisarme que me había convertido en una bruja gorda. Tratar de recordar cuándo fue la última vez que me compró algo bonito o me elogió los zapatos, o se dio cuenta de que había cambiado mi peinado. O en todo caso, la última vez que comentó conmigo un libro, una película o una noticia del diario.
Querer ir a la escuela para aprender a leer en Guinea Ecuatorial, Ghana o Burkina Faso y saber qué se siente cuando me dicen que no, que no necesito leer para atender con mis manos desnudas una labranza cada año menos provechosa.
Ir a una comisaría a denunciar un abuso sexual y saber qué se siente cuando dudan de mi palabra o me convierten en sospechosa.
Ir a otra comisaría a denunciar que mi marido o novio me molió a golpes y tratar de entender por qué me preguntan si, en realidad, no me caí por la escalera.
Quiero por un día ser una mujer bosnia, o rwandesa, o juarense(de Ciudad Juárez, recuerdan?), o tucumana, o dominicana, o guatemalteca. O una de las quince mil niñas expulsadas de las escuelas en Tanzania en sólo tres años por quedar embarazadas. O una de ese veinte por ciento admitido de mujeres de los 27 países de la Unión Europea que sufren algún tipo de violencia doméstica. O una obrera u oficinista norteamericana empleada en esa automotriz japonesa que inventó el "control total de calidad", para experimentar cómo es esperar diez años para que mi sindicato me asista en una demanda por acoso.
Quiero tener por un día ojos de mujer para mirar desde ahí la grotesca miseria del machismo.
No puedo hacer nada de esto, claro.
A duras penas puedo imaginarlo, y es tanto el horror, tan furiosa la indignación que me provoca, que me parece que únicamente las mujeres pueden tener el coraje y el instinto para resistir todo esto y, si sobreviven, seguir adelante.
No es necesario ni útil, tampoco, que yo imagine ser mujer por un día. Las mujeres tienen, en otras mujeres igualmente valientes, voces suficientemente autorizadas. Todo esto está dicho, denunciado, recopilado, documentado, registrado. Todo esto ha sido una y otra vez reclamado a gobiernos y organismos internacionales, a las democracias, las autocracias y las teocracias.
Pensándolo bien, creo que hoy preferiría ser gallego.
Sí, gallego, porque me he enterado de que en Galicia se ha formado una organización de varones, la primera, dedicada a combatir y erradicar el machismo. Gallegos, los de los chistes de gallegos, de cejas hirsutas y acento montaraz, fueron pioneros en las agrupaciones y foros contra el machismo que luego se replicaron en toda España.
Quisiera tener por aquí cerca a un grupo de pares, de varones, que pudiéramos marchar hoy con esa pancarta que dice "no seas macho, sé hombre" que vi por televisión en unas marchas en Lugo y Santiago de Compostela.
Quisiera que, dentro de un año, el 8 de marzo, la lista de triunfos en favor de la igualdad de las mujeres sea, de una vez por todas, mucho más larga que la lista de agravios.
Hoy no seré mujer, ni siquiera por un segundo. Pero me sentiré cerca de cada mujer. Y de cada hombre que se sienta cerca de cada mujer. Muy cerca.
11 comentarios:
Excelente escrito !
Llegue por casualidad a traves del face book de las chicas con huevos de acero y parece mentira pero creo que las mujeres ni siquiera nos damos cuenta aun de las cosas que podemos llevar a cabo y la fuerza interior que tenemos.
Te felicito por ponerte a pensar en nosotras y tomarte el tiempo para dejarlo en palabras!
Un abrazo,
Mariel
sigo encantada con las cosas que escribís, Eddie!!
Yo si puedo ser mujer todos los días y me has hecho pensar en las demás mujeres.
Que bueno el lema "no seas macho, sé hombre"!
Gracias por ese sentido de "compasión" (en la forma que vos los sentís )hacia las mujeres.
Ana.
excelente comentario
lastima que algunas no sientan tan solo un poco de aprecio por su existencia, si estamos aqui es por algo, damos vida a este planeta con esto es màs que suficiente para que te respeten y te respetes, adelante mijeres maltratadas digan no màs al abuso y paren esa mano que lastima
Simplemente: gracias, Eddie.
María Elena
Simplemente gracias .
hermoso escrito!!! me lo mando una amiga, alejandra, pido permiso para subirlo a mi blog.
cariños!
Gracias por la intensidad de tus palabras... me llegaron en lo más profundo. Lau
Por casualidad llegué aquí hoy y como mujer me siento tremendamente reconfortada por sus palabras, le agradezco su valentía y su extraordianria capacidad empática. De verdad muchas gracias por este granito de esperanza.
Gracias Eddie, acá también quiero dejar testimonio. Que siga circulando, que lo lea todo el mundo.
Qué maravilla de texto. Unas reflexiones cargadas de sensatez, coherencia y sensibilidad. Gracias. Delicadeza de un corazón grande preñado de cordura. Un pensamiento brillante, humano, fuerte, tierno, casi mágico. Felicidades, gallego.
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